Sunday, May 17, 2009



El 'Comic Book' de JD
por Cecilia Ansaldo Briones
www.eluniverso.com

Hay palabras desafortunadas, que se quedan ancladas en los hablantes en sus primigenios y reducidos significados. Eso le ocurre al término "cuento", por ejemplo, ligado todavía en muchas mentes a narración para niños. Igual pasa con "cómic" que encima arrastra su antipática connotación extranjera. Pero a mí me gusta ser fiel a los orígenes: yo seguiré llamando "cómic" a las narraciones en historietas que alimentaron mi primera avidez de fantasía.

Lugar para pensarlo hay en esta publicación novedosa y desafiante que nos entregara, hace muy poco, José Daniel Santibáñez, en su tercera hazaña literaria en formato de libro (porque él viene de un largo trayecto de publicista, dibujante y escritor de cómics). Desde su primera Ejecútese el mañana (2000) –novela que me cupo en suerte presentar y analizar– hasta este ejemplar de animada combinación (27 historias distribuidas entre historias graficadas y cuentos convencionales) JD expande los hilos múltiples de su sombría imaginación.

Entiéndaseme bien: para escribir cómics, contar con una visión negativa de la vida constituye la bodega de los materiales fundamentales para un trabajo creativo que hace puente entre las dualidades del bien y del mal un poco simplistas de la niñez y los complejos entretejidos del abismo espiritual de otras edades. En Comic book hay lujo de muestras al respecto: contiene criminales puros que gozan destruyendo, pero también sicarios que hacen su "trabajo" sujetos a códigos éticos que ellos mismos se han impuesto. En muchos de sus textos el final no es predecible porque el protagonista no es un paladín del bien o una concentración diabólica irremediable.

Entre la penumbra que parece reinar en las historias de JD –ratificada por los dibujos en blanco y negro que brotan de su misma mano– surge de cuando en cuando un hilo que parece conducir al lector hacia una frontera sobrenatural: presencias luminosas, encapuchados o sacerdotes conscientes de que "la venganza" o justicia tiene que contar con iniciativa humana.

Leyendo este libro he recordado el pronunciamiento del sabio español Pedro Laín Entralgo, quien le reconocía a la novela de detectives un carácter intelectual. Este pensador aceptaba que esa clase de narraciones, partiendo de la acción brusca que tomaba al lector por sobresalto, también creaba una concentración de signos que exigían participar en una inteligente decodificación de pistas para actuar en la resolución de los problemas. En Comic book –y en mucho de la expansión de literatura gráfica de nuestros días– se nos demanda un ingreso emocional a las historias y viñetas que se va transformando en ejercicio de la inteligencia en la medida en que descubrimos que la truculencia sangrienta es representativa de dimensiones más serias.

Muchos adultos acostumbrados a la literatura convencional se preguntarán cómo distinguir entre el cómic de quiosco y este otro que, habiendo abrevado de esas mismas fuentes, ha podido derivar en el ambicioso proyecto de crear desde los tonos grises de la vida a base de las habituales figuras infantiles (monstruos, robots, alienígenas, cowboys, asesinos a sueldo). Vale recordar que el acto de la lectura es un auténtico llamado al desciframiento. Y que emprenderlo no mengua para nada el placer de fantasear. Acto intelectual al fin y al cabo, digo, parafraseando al maestro Laín.

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